EL ALMA MUERTA

Oh la paz y el silencio de los tiempos feudales,
cuando fui solitario monje benedictino;
cuando el amor de mis noches fue el Cordero divino,
y pintaba mayúsculas en los grandes misales!

De mi carne el cilicio fueron verdes rosales,
y mi solo regalo fue la hostia y el vino,
y de abrojos punzantes ericé mi camino,
do vagaron un tiempo los Pecados mortales.

Pero fueron ayunos y oraciones en vano …
Siempre rojas mayúsculas dibujaba mi mano,
siempre en rojas mayúsculas se extasiaban mis ojos.

De Satán fue mi alma, de Satán fue mi anhelo …
Pues cerró con tinieblas mi camino hacia el cielo
el recuerdo implacable de unos labios muy rojos.

Ismael Enrique Arciniegas