LA BALADA DEL AUSENTE

Después de un tiempo empezó
Su espíritu a desandar.
Anochecía, y volvió
En luz de luna a su hogar.

La sala a oscuras, cerrada;
Casi el comedor sombrío;
La cena ya comenzada,
Y un puesto, el suyo, vacío.

La hija mayor decía:
«Hace un año estaba aquí;
Era de mi santo el día…
¡Por qué con él no me fui!»

La segunda: «Su deseo
Fue que aprendiera a leer;
Juiciosa he sido y ya leo…
¡Si él hoy me pudiera ver!»

La menor, que atenta está,
Dice, oyendo a las mayores:
«Como sé que volverá
Le pongo en su cuarto flores».

Y seguía la chicuela:
«Se fue a viajar, no está muerto,
Me dijeron en la escuela…
Y pronto vendrá.  ¿No es cierto?»

La madre callaba en tanto…
Alzose, dando traspiés,
Y las juntó, bajo llanto,
En un abrazo a las tres.

Se oyó en la casa sombría
Entonces, como un lamento,
Y la madre les decía:
«No es nada… nada. Es el viento».

Ismael Enrique Arciniegas